El mercader que robó a “Nuestra Señora”. Existe una tradición del siglo XVI que cuenta la historia de un mercader de la isla de Creta que robó una imagen milagrosa de una de sus iglesias. La escondió entre sus mercancías y partió hacia el oeste. Solo por la Divina Providencia sobrevivió a una violenta tempestad y aterrizó en tierra firme. Después de aproximadamente un año, llegó a Roma con la imagen robada. Fue allí donde enfermó de muerte y buscó a un amigo que lo cuidara. A la hora de su muerte, reveló el secreto de la imagen y le rogó a su amigo que la devolviera a una iglesia. Su amigo prometió cumplir su deseo, pero como su esposa no quería renunciar a tan hermoso tesoro, el amigo también murió sin cumplir la promesa. Finalmente, la Santísima Virgen se apareció a la hija de seis años de esta familia romana y le pidió que les dijera a su madre y abuela que la imagen de Santa María del Perpetuo Socorro debía colocarse en la iglesia de San Mateo Apóstol, ubicada entre las basílicas de Santa María la Mayor y San Juan de Letrán. La tradición relata cómo, tras muchas dudas y dificultades, «la madre obedeció y, tras consultar con el clero encargado de la iglesia, la imagen de la Virgen fue colocada en San Mateo el 27 de marzo de 1499». Allí sería venerada durante los siguientes 300 años. Así comenzó la segunda etapa de la historia del icono, y la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro comenzó a extenderse por toda la ciudad de Roma.
Historia del Icono
Tres siglos en la Iglesia de San Mateo
La iglesia de San Mateo no era grandiosa, pero poseía un inmenso tesoro que atraía a los fieles: el icono de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. De 1739 a 1798, la iglesia y el monasterio adyacente estuvieron bajo el cuidado de los agustinos irlandeses, quienes habían sido injustamente exiliados de su país y utilizaron el monasterio como centro de formación para su Provincia Romana. Los jóvenes estudiantes encontraron un remanso de paz en la presencia de la Virgen del Perpetuo Socorro mientras se preparaban para el sacerdocio, el apostolado y el martirio.

En 1798, la guerra asoló Roma y el monasterio y la iglesia quedaron casi totalmente destruidos. Varios agustinos permanecieron allí algunos años más, pero finalmente también tuvieron que marcharse. Algunos regresaron a Irlanda, otros a nuevas fundaciones en América, mientras que la mayoría se trasladó a un monasterio cercano. Este último grupo trajo consigo la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Así comenzó la tercera etapa de su historia, los «Años Ocultos».
En 1819, los agustinos irlandeses se trasladaron a la iglesia de Santa María en Posterula, cerca del puente "Umberto I" que cruza el río Tíber. Con ellos partió la Virgen de San Mateo. Pero como ya se veneraba a Nuestra Señora de las Gracias en esta iglesia, la imagen recién llegada se colocó en una capilla privada del monasterio, donde permaneció prácticamente olvidada, salvo por el hermano Agustín Orsetti, uno de los jóvenes frailes originales de San Mateo.
La recepción del Icono por los Redentoristas
Con esta nueva información, creció el interés de los Redentoristas por conocer más sobre el icono y recuperarlo para su iglesia. El Superior General, Padre Nicolás Mauron, presentó una carta al Papa Pío IX en la que solicitaba a la Santa Sede que les concediera el icono del Perpetuo Socorro y que se colocara en la recién construida Iglesia del Santísimo Redentor y San Alfonso, ubicada cerca del lugar donde se alzaba la antigua Iglesia de San Mateo. El Papa accedió a la petición y, en el reverso de la petición, de su puño y letra, escribió:
Entonces comenzó el proceso de limpieza y retoque del icono. La tarea fue encomendada al artista polaco Leopold Nowotny. Finalmente, el 26 de abril de 1866, la imagen fue presentada de nuevo a la veneración pública en la iglesia de San Alfonso en la Vía Merulana.
Con este acontecimiento se inició la cuarta etapa de su historia: la difusión del icono por todo el mundo.

La última restauración del icono
En 1990, la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro fue retirada del altar mayor para satisfacer las numerosas solicitudes de nuevas fotografías del icono. Fue entonces cuando se descubrió el grave estado de deterioro de la imagen; tanto la madera como la pintura habían sufrido las consecuencias de los cambios ambientales y los intentos previos de restauración. El Gobierno General de los Redentoristas decidió contratar los servicios técnicos del Museo Vaticano para llevar a cabo una restauración general del icono que eliminara las grietas y los hongos que amenazaban con causar daños irreparables.
La primera parte de la restauración consistió en una serie de radiografías, imágenes infrarrojas, análisis cualitativos y cuantitativos de la pintura, y otras pruebas infrarrojas y ultravioletas. Los resultados de estos análisis, especialmente la prueba de carbono 14, indican que la madera del icono del Perpetuo Socorro podría datarse con seguridad entre 1325 y 1480.
La segunda etapa de la restauración consistió en el trabajo físico de rellenar las grietas y perforaciones de la madera, limpiar la pintura y retocar las secciones afectadas, reforzar la estructura que sostiene el icono, etc. Esta intervención física se limitó al mínimo indispensable, ya que toda restauración, al igual que la cirugía corporal, siempre provoca algún trauma. Un análisis artístico situó la pigmentación de la pintura en una fecha posterior (posterior al siglo XVII); esto explicaría por qué el icono ofrece una síntesis de elementos orientales y occidentales, especialmente en sus aspectos faciales.
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